miércoles, 29 de octubre de 2014

¿Qué es lo que te hace feliz?


   ¿Qué se supone que debe llevar la voz cantante, la mente o aquello que late?
¿Lo que no te deja dormir por las noches o lo que nos recuerda que seguimos vivos?
Tal vez ese es motivo suficiente para darle la razón; el estar vivo.
 O tal vez es la mente la que, cual céfiro helado una mañana de octubre te hace pensar, te cubre y embelesa el alma.
 
Y en un apartado rincón del universo, donde titilan millones de personas similares entre ellas, hubo una vez una estrella que brilló más que ninguna otra. Una estrella que no llegó jamás a recibir ningún nombre y que simplemente quedó pululando por los aires. Esa estrella, cuyo brillo no cesaba y reposaba en los bolsillos de la gente llenándolos así de sueños, se multiplicó; hasta llegar a haber una dentro de cada uno de nosotros. Todos deberíamos de tener ese momento al día donde Psiqué se reencontrase con Eros, ya sabéis, el amor y el alma. Pero igual que no hay tintero sin tinta, no había estrella que brillara sin luz.
 
Y aquí es donde se produce ese interrogante que no cesa.
 
Todos tenemos acceso a esa estrella, pero nos pasamos la vida pensando en cómo podemos conseguir hacerla brillar. Cada día sale la luz, pero no cada día ese astro se alimenta de ella. Y dime si no, el nombre de aquél que dijo que una estrella puede ser mortal, ya que fue tal vez ésa la más orgullosa y mentirosa afirmación jamás dicha.
 
Cada uno la alimenta de una manera. Cada estrella es un mundo y cada una brilla de una intensidad distinta cada día. Y anhelo saber cómo poder alimentarla para así poder brillar yo también, para levantarme con propósitos y para eliminar de mi día a día todo aquello que le impide deslumbrar. Pero sé perfectamente que el día que me muera no echaré de menos los grandes momentos de mi vida, ni las batallas que habré ganado ni las metas conseguidas; sino el perfume del café al entrar en mi cafetería favorita y algunas pequeñas sensaciones, por ejemplo, despertarme de la nada en la madrugada, mirar el despertador, y ver que aun me queda mucho por soñar; acostarme leyendo y levantarme escribiendo. Mi fe en la existencia humana se resume en que a la hora de la comida sea mucho más importante el aroma que ésta pueda desprender que las catástrofes que den por el telediario. Porque la vida no es sino, un conjunto de sensaciones y un nudo de aromas que hacen brillar a una estrella. Una estrella que, según su significado, el diccionario la tilda con el nombre de felicidad.
 
 

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